El libro



"Una tormenta descargaba toda su furia sobre la ciudad aquella noche de abril. Las calles estaban desiertas, las luces de los coches se confundían con la espesa niebla que se cernía sobre la colina, en la que estaba situada la casa de la familia Asfrot. La hija menor de los Asfrot miraba por la ventana de su dormitorio, en la parte más alta de la casa. Intentaba no asustarse de las tormentas que con frecuencia caían sobre la colina, pero Marcie no lo conseguía. Corrió la cortina de la ventaba por la que estaba mirando y se metió en la cama de un salto, arropándose con la manta hasta la barbilla.
Recorrió la habitación con la mirada, asegurándose de que estaba sola en la estancia. Cogió el libro que tenía sobre la mesilla y comenzó a leer por donde lo había dejado. 

«De repente, un sonido despertó a la mujer, que dio un respingo y miró en derredor» -Leyó Marcie.

Un trueno resonó en la habitación de la niña, haciéndole temblar del miedo. Tragó saliva y volvió a su lectura, intentado evadirse de los estruendos que la tormenta producía.

«La mujer se levantó de su cama y caminó por el angosto pasillo de la planta de arriba de la casa, que estaba sumida en la oscuridad y en un silencio escalofriante...»

Un ruido llegó a los oídos de la niña. Provenía del pasillo de la planta en la que se encontraba su habitación. Se levantó de la cama y caminó por el oscuro pasillo, aún con el libro en la mano. Miró a su alrededor y se sentó en las escaleras que daban al piso de abajo.

«Bajó las escaleras lentamente, con los cinco sentidos alerta, escuchando cada leve sonido, mirando de reojo a las sombras que parecían moverse entorno a ella...»

La niña se levantó y bajó las escaleras, con el miedo metido en el cuerpo. Entonces, un sonido de un cristal rompiéndose se oyó en la planta inferior. Marcie se detuvo bruscamente, miró hacia abajo, al piso inferior, a través de las lágrimas que se agolpaban en sus ojos. Tragó saliva ruidosamente y prosiguió bajando las escaleras mientras leía.

«Un sonido de un cristal rompiéndose sonó en la planta baja cuando la mujer llegó al pie de la escalinata por la que acababa de descender. Un aire gélido la envolvió, la puerta principal de la casa estaba abierta de par en par, y el cristal de la ventana a su lado estaba resquebrajado.»

Marcie llegó al pie de la escalera y se detuvo, a su lado el suelo estaba lleno de cristales procedentes de una de las ventanas que había al lado de la puerta principal, que ahora estaba abierta de par en par. La niña no daba crédito a lo que sus ojos veían, ¿estaría soñando? Era imposible que le estuviera sucediendo lo mismo que a la mujer del libro que sostenía en sus manos. Su madre le había dicho que tan solo era una historia de miedo, no era real. Intentó pensar con claridad y convencerse de que todo aquello era a causa de la tormenta y del viento que azotaba la colina. Entonces unas manos enguantadas agarraron a la niña por la espalda y la arrastraron hacia el exterior de la casa, bajo la intensa lluvia. El desconocido y la niña se fundieron con las sombras y la niebla, y en tan solo unos instantes desaparecieron en la espesura..."

Los presentes tenían todo tipo de expresiones dibujadas en el rostro. Unos de miedo, otros de admiración hacia Ángela, la joven que se alzaba en el escenario. Al término de los relatos, los jóvenes se pusieron en fila.

-El primer premio de este año de relato improvisado es para... -dijo un hombre bajito y rechoncho a través del micrófono- ¡Ángela!





SARA   


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