La bola de cristal



Días antes, había escuchado a un grupo de estudiantes hablar sobre ése lugar. Inmediatamente, su atención se concentró plenamente en la conversación que mantenían los jóvenes estudiantes en un lugar apartado del campus. El tema que habían sacado a colación era el de un establecimiento embrujado, poseído por fuerzas malignas que se escapaban a la razón y en el que se practicaba la magia negra.

Ahora, Natalia bajaba la avenida que recorría la columna vertebral de la ciudad, guiada por su insaciable curiosidad que la caracterizaba. Se adentró en un laberinto de callejuelas que formaban las vértebras de la ciudad, en las que nunca antes había estado. El callejón en el que se encontraba el establecimiento estaba pobremente iluminado, flanqueado por una serie de casas abandonadas y un estudio de tatuajes cuyo escaparate presentaba dibujos de diversos tatuajes cubiertos por una capa de mugre que atenuaba los vivos colores de los dibujos que exponía. 

La puerta era pequeña y redonda, un adulto de estatura media no podría pasar por allí sin agacharse, por suerte Natalia era una adolescente que no destacaba por su altura, sino por su brillante melena negra y sus profundos ojos grises. 
La joven empujó la puerta de madera antigua. No cedió a la primera, por lo que tuvo que empujar con más fuerza. La puerta se abrió lentamente, las bisagras crujieron ruidosamente, casi parecía que la puerta se iba a salir de sus goznes en cualquier momento. Natalia tragó saliva ruidosamente y se adentró en la oscuridad que envolvía la estancia.
En el interior, la joven pudo contemplar todo tipo de bolas de cristal en las filas y filas de estanterías que llenaban la mayor parte de la estancia, formando siniestros pasillos. A través de la oscuridad, la joven vio un viejo escritorio de madera oscura con hierbas que desprendían un olor extraño y más bolas de cristal en cuyo interior se podía apreciar una leve neblina morada.
Natalia avanzó lentamente hacia el escritorio, mirando a su alrededor constantemente. Divisó la misma neblina de diferentes colores en muchas de las bolas de cristal que descansaban en las estanterías. Un ruido hizo que la joven se detuviera bruscamente y se quedara clavada en el lugar en el que estaba, miró hacia el escritorio. A través de la espesura de la oscuridad, pudo ver la silueta de una mujer aproximándose hacia ella lentamente. Una bola de cristal descansaba en sus manos, su neblina era de color gris oscuro y desprendía un esplendor blanco, la única luz de toda la estancia. 
Una oleada de temor recorrió el cuerpo de Natalia, provocando que se le erizaran los pelos de la nuca. 
La anciana se detuvo a escasos metros de la joven, que seguía paralizada. Su cabello presentaba un extraño color gris, decorado con un pañuelo negro del que colgaban diversos abalorios. Su ropa estaba hecha jirones y era muy anticuada, pero la expresión de la mujer fue lo que paralizó a Natalia.
Sus ojos eran dos pozos negros sin fondo, su nariz era alargada y puntiaguda y sus labios eran una fina línea coloreada de marrón. La anciana abrió la boca.

-No deberías haber venido -dijo con voz queda-. Una vez la magia te ha localizado, no puedes escapar de ella -La bola que sostenía en sus apergaminadas manos resplandeció con más intensidad-. Te perseguirá hasta los confines de la tierra hasta encerrar tu alma en una de sus bolas, así permanecerás ligada a la magia negra por el resto de tu existencia.

Natalia abrió mucho los ojos e intentó gritar, pero ningún sonido salió de sus labios, tan solo un leve graznido. Tragó saliva y corrió hasta la puerta del establecimiento, que cedió fácilmente. Corrió por el callejón lo más rápido que sus piernas le permitieron y salió al laberinto de callejuelas por el que había llegado. Miró a izquierda y derecha, tratando de recordar el camino que la había llevado hasta allí, pero entonces se oyó un estruendo a sus espaldas. Miró hacia atrás y abrió mucho los ojos. Una espesa masa gris casi corpórea se dirigía a una velocidad inimaginable hacia ella. Natalia corrió por la callejuela más próxima desesperadamente, pero la masa gris se cernió sobre ella en pocos instantes, la joven desapareció en el interior del corazón de la nube de polvo gris. 
Cuando la tiniebla se disipó, lo único que quedó fue una bola de cristal en cuyo interior resplandecía una leve neblina morada.


SARA   


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