Rubíes







Prólogo

Era una noche cálida, el viento no se movía ni lo más mínimo y la luna llena brillaba en la oscura bóveda celeste poblada de pequeñas estrellas.

Caminaba por una angosta callejuela. Las farolas emitían un leve resplandor que a duras penas alumbraba lo que tenía delante de mí a tan sólo dos metros. Caminaba con paso decidido y con presteza, aquellas calles daban miedo de noche. Cuando estaba alcanzando el final del callejón, una sombra se deslizó por las paredes de piedra. Me giré bruscamente, escrutando la espesa oscuridad. Suspiré cuando vi que no había nada y seguí avanzando, tan sólo unos metros más...

Entonces, una figura apareció de la nada delante de mí. Era una chica, delgada y más bien bajita. Su cabello era negro como el carbón más puro, sus ojos eran dos rubíes que resplandecían en la oscuridad, su rostro era de facciones suaves y dulces. Sonreía. Sus dientes blancos como la nieve asomaban entre sus carnosos labios pintados de marrón. 

Mi corazón comenzó a golpetear en mi pecho violentamente. Algo me decía que debía alejarme de aquella joven que aparentemente parecía inofensiva. Entrecerré los ojos. Sí, sus ojos eran realmente rojos, muy rojos. No daba crédito. Lentamente comencé a darme la vuelta para volver por donde había venido y alejarme de la chica que aún permanecía inmóvil en el final del callejón. Sonriendo.

Comencé a subir con paso acelerado la estrecha calle, cuando un fuerte chasquido sonó en todo el callejón. La oscuridad se cernió sobre mí a la velocidad de la luz.

Capítulo 1

La profesora Mar recorría lentamente la clase mientras daba una explicación sobre... bueno, algo de lo que no estoy muy segura, no prestaba atención en ese momento. Desde mi asiento podía ver la pantalla de su móvil parpadeando bajo la mesa, tenía un nuevo mensaje. 

Ella tragó saliva con fuerza. Se revolvió en su silla y paseó la mirada por la clase, estudiando a sus compañeros. Suspiró y se recostó en la silla. Su móvil volvió a parpadear insistentemente. Se dio la vuelta bruscamente y estudió con la mirada a los jóvenes sentados al final de la clase. Clavó la mirada en mí, su expresión era una sutil advertencia. Le dirigí una media sonrisa torcida, burlona. 

Un fuerte chasquido resonó en toda la estancia. Los cristales de los ventanales que decoraban toda una pared de la clase estallaron en miles de fragmentos afilados que volaron peligrosamente hacia los alumnos. 

Gritos de sorpresa y temor inundaron la sala. Pude ver la expresión de temor en su rostro un segundo antes de que las luces del centro se apagaran y sumieran el edificio en una espesa oscuridad con un segundo chasquido. Entonces el pánico cundió en todo el edificio.

SARA  

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