La actuación



 La belleza de la bailarina me deslumbró en cuanto salió al escenario. Su cabello eran suaves olas marrones que caían en cascada hasta su estrecha cintura, sus profundos ojos negros parecían atravesar el alma de la persona a la que miraba y sus carnosos labios escarlata tentaban a cualquier hombre.

Eva comenzó su danza, lenta y sensual, parecía deslizarse por el escenario. Su vestido blanco se arremolinaba libre alrededor de su cuerpo perfecto, sus zapatillas de ballet se movían sin cesar por todo el escenario, sin esfuerzo. La joven parecía un ángel siempre que bailaba, embelesando al público que casi podría estar en trance.

Un hombre apareció en el escenario, era un bailarín. El público comenzó a murmurar y Eva parecía desconcentrada, pero siguió bailando. El hombre la agarró por la cintura y tiró de ella, con un movimiento rápido Eva se zafó de él y continuó su danza.

El hombre parecía tratar de arrastrar a Eva hacia los puntos de luz iluminados por los focos en una misteriosa, siniestra y a la vez hermosa danza con paso firme. 

Todo pasó rápido, Eva hizo un giro sobre la punta de su pie derecho con ambas manos a una altura casi milimetrada por encima de su cabeza. El hombre la elevó, colocándola muy cerca del punto de luz más próximo, así que con solo un gesto de la mano de él, ella se expuso a la luz mostrando su cambio repentino: Su cabello castaño oscuro se había sustituido por una brillante cabellera dorada. Eva miró al público y todos los presentes vimos sus ojos azules como el cielo en una calurosa tarde de verano. Me pareció ver al hombre sonreír al tiempo que una ovación recorrió el público y la música cesó.

El hombre hizo una reverencia, ella se quedó quieta estando aún sobre las puntas de los dedos de sus pies unos segundos, seguidamente hizo una elegante reverencia también y desapareció en el telón, que se cerró lentamente.

Vacilantes aplausos resonaron en la estancia, el público se miraba entre sí, buscando una respuesta a las expresiones que se dibujaban en sus rostros. Me giré en mi asiento para mirar hacia las butacas superiores, que comenzaban a vaciarse. A mi lado, mi padre hablaba con Annie, quién se levantó y miró en mi dirección arqueando ambas cejas, sonreí y los tres salimos al exterior del Gran Teatro por los concurridos pasillos adornados con alfombras escarlata y arañas de cristal.

Afuera, la gente comentaba el extraño y brusco final de la actuación de Eva Pearson, acompañando los comentarios con gestos para subrayar su desconcierto.

-¿También vosotros habéis visto sus ojos y su cabello? -Inquirí a mi padre y a Annie mientras caminábamos lentamente por la avenida.

-Tiene un color de pelo castaño precioso -opinó Annie- y esos ojos negros son magníficos.

-Sí... es increíble como le han cambiado tanto por el efecto de los focos, en mi vida había visto algo igual -comenté. En los rostros de mi padre y Annie se dibujó una expresión de sorpresa- ¿Rubia? ¿Ojos azules?

Los dos continuaron mirándome de esa manera de tal forma que parecía que estaban sopesando las ideas de que o yo estuviera loco, o que estuviera bromeando. Al ver que no me reía, mi padre volvió a hablar.

-No sé de qué hablas. Estaba igual tanto al empezar el baile, como al acabarlo... -antes de que pudiera protestar, alguien se chocó contra mí al pasar por mi lado, el hombre se disculpó y siguió andando con paso acelerado.

Me giré hacia él. En seguida reconocí aquella fría mirada. Era el hombre que había bailado con Eva Pearson.

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