Amanecer





El gélido aire y la humedad de la madrugada me envolvían. Tonos dorados comenzaban a aparecer en el cielo, el movimiento de las olas era suave y tranquilizador y el sonido de los coches detrás de nosotros era un susurro lejano del que era ligeramente consciente.

Estaba sentada en la fría arena de la playa. Miraba al horizonte, en el cual el sol comenzaba a emerger, la luna en el cielo desaparecía paulatinamente. Tenía las rodillas contra mi pecho y me envolvía el cuerpo con ambos brazos, intentando entrar en calor. Los recuerdos de la noche se esfumaban con el amanecer de un nuevo día, pero en mi mente podía recordar cada palabra y gesto nítidamente. 
Él estaba unos metros más allá, en la orilla del mar, mirando fijamente hacia el horizonte dorado que se abría camino a través de la niebla que había dejado la noche. Su expresión no dejaba entrever ningún sentimiento. Dirigió una última mirada al sol creciente y caminó hacia donde yo me encontraba, con ambas manos en los bolsillos de su chaqueta. Se sentó a mi lado.

-Deberíamos volver -Susurró.

-Sí -Dije sin convicción.

Él hizo un gesto con la cabeza y se volvió hacia mí. Le miré.

-Lo siento -Susurré bajando la mirada.

-¿Qué sientes? -Inquirió. Su tono de voz era dulce, pero también dejaba ver lo cansado que estaba.

-Todo -Suspiré-. Debería haber seguido adelante, haberme olvidado de ti. Pero no lo hice -Levanté la mirada hacia él-. Y ahora será muy difícil olvidar.

Él asintió lentamente con la cabeza mientras bajaba la mirada. Suspiró y miró hacia las aguas bañadas del oro que el sol desprendía.

-No podré hacerlo -Su voz se quebró en la última sílaba.

-¿Qué no podrás hacer?

-Olvidarte -Confesó. Mis ojos se llenaron de silenciosas lágrimas que resbalaron lentamente por mi rostro.

Él fijó la vista en mí. Yo mantenía la cabeza gacha para que no viera las lágrimas que se derramaban de mis ojos. Cogió mi barbilla y me levantó el rostro, haciendo que posara la mirada en él. Enjugó mis lágrimas delicadamente y dejó su mano en mi mejilla. Cerré los ojos por un instante, sintiendo su roce y su cercanía, sabía que me haría falta ese recuerdo para poder soportar los siguientes meses. Abrí los ojos.

-Volveremos a vernos dentro de unos meses -dijo. Asentí con la cabeza-. Y cuando eso suceda, no dejaré que marches de mi lado nunca más.

Las lágrimas acudieron a mis ojos ahora con mayor presteza, mojando mi rostro y su mano, que aún mantenía en mi mejilla. Cerré los ojos.



SARA         

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