Él móvil comenzó a sonar con aquella siniestra melodía que tanto me gustaba, esperé unos segundos antes de descolgar sin necesidad de mirar quién era, lo sabía perfectamente. Aún así miré la pantalla y vi el número oculto. Me acerqué el móvil a la oreja, vacilante, y escuché su voz antes de que el maldito aparato reposara sobre mi cara, lo que me confirmó que era él.
-¿Estabas soñando, bella durmiente?
-No.
-Tan simpática y agradable como siempre, Amy, ¿No puedes dejar de odiarme sin más?
-Buenos días Zack, ¿Has dormido bien? A lo mejor no te ha dejado descansar la conciencia torturándote por lo que me hiciste, ¿Me equivoco? -Dije con tono de burla, me arrepentí nada más terminar de decirlo.
-He dormido perfectamente. Solo te equivocas en lo de no poder descansar, el resto es cierto, lo siento tanto...
-¿Te digo el nombre? -cambié de tema rápido, demasiado rápido diría yo, no quería hablar con él de aquello.
-Un nombre, una muerte.
-¿Qué precio debo pagar? Voy ahora a por el dinero a...
-No quiero tu dinero Amy -me interrumpió- contigo será diferente.
-¿Y qué quieres?
-A cambió de matar a esa persona, tú tienes que venir un año conmigo, lejos de aquí.
-¿Estás loco? Dime cuanto dinero es... -dije molesta.
-Si tantas ganas tienes de ver a esa persona muerta no creo que haya inconveniente, sé que no me llamarías si no fuera necesario, ¿verdad? -pude notar su sonrisa al otro lado del teléfono.
-Me apuesto lo que sea a que no te es suficiente con tenerme un año.
-En efecto, durante esa estancia en mi casa, nadie puede saber que te has ido, ni a dónde y ni mucho menos por qué.
-¿Esto no es un secuestro? -Inquirí.
-Tu propio secuestro.
-Contigo una tortura -seguro que esto había hecho sonreír a Zack.
-Qué rencorosa... tienes que aprender a perdonar...
-Rebecca -volví a cambiar de tema.
-¿Ese es tu nombre? ¿Quieres que sea Rebecca?
-Sí -respiré hondo-. No hagas preguntas.
-No iba a hacerlas, tengo entendido que no te gusta que se metan en tus asuntos -Odiaba amar que me conociera tan bien- A las ocho en el aeropuerto mañana.
-No exagerabas al decir que íbamos lejos...
-Vamos a mi casa -aquello me descolocó- ¿te acuerdas de ella?
-Sí -claro que me acordaba-. Nos vemos mañana.
-Sabes que te echo de menos...
-Vete al infierno -Espeté.
Colgué el teléfono molesta y miré a través de la ventana que había a mi izquierda, justo antes de escuchar el último pitido que indicaba que la llamada había finalizado. Un nombre, una muerte.
MARINA
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