Despertar


Capítulo 1


Estaba muerta, eso lo sabía. La había visto un día antes delante de mis ojos, viva. Ahora tenía su cuerpo frente a mí, metido en el ataúd, completamente inmóvil. Solo se podía ver su pálida y hermosa cara en aquel tétrico y lujoso lugar. 

Estábamos en su casa, todos habían venido. Nadie se podía creer que Natalie Tiaré hubiera muerto, ni siquiera yo podía. La observé unos minutos más antes de posar mis cálidos labios sobre los suyos, fríos, sin vida. Me dirigí a pocos metros de donde se encontraba su madre, Caterina, con algunas de sus amigas. Tenía ojeras de no haber podido dormir y los ojos y nariz rojos e hinchados por las lágrimas caídas. Me dispuse a escuchar:

-Era tan joven... -comentó una de las amigas de Caterina mientras se enjugaba una lágrima.

-Lo sé -dijo Caterina secándose las lágrimas. Se dio la vuelta y desapareció por la puerta que tenía detrás, llorando desconsoladamente.

-Todo esto es muy difícil para todos, sobre todo para la familia de Natalie y para Marcus. Tienen que estar pasándolo realmente mal... -noté la mirada de aquellas mujeres en mi nuca, pero no me giré. Fijé la mirada en la ventana, a lo lejos. 

Me di cuenta de cuánta razón tenían, qué tonto había sido de no darme cuenta de ello hasta que Natalie murió. La quería, ¿por qué no se lo había dicho nunca? Me limitaba a ser su mejor amigo, como un idiota.

-Dicen que ese animal le ha mordido -comentó otra mujer de rasgos afilados- en el cuello, las piernas y las muñecas.

-¿Qué clase de animal hace eso? -Preguntó otra de las mujeres, con cara de espanto.

«Eso nos preguntamos todos» pensé.

-Pues no lo sé, pero no le ha dejado apenas tiempo de reaccionar, no hay signos de lucha -hubiera apostado cualquier cosa a que la persona que hablaba era la mujer del forense. Giré la cabeza ligeramente, para oír mejor.

-Qué extraño, ¿todo esto lo sabe Caterina?

-No, no tiene ni idea, y no creo que esté en condición de saberlo. Van a hacer una redada por todo el pueblo e incluso a quince kilómetros a la redonda, lo ha ordenado el Sheriff.

-¿Tan grave es todo esto? -Inquirió la mujer con acentuadas arrugas de pánico.

-Creen que se está volviendo a repetir, ya sabéis, lo sucedido hace años -Susurró la mujer de al lado.

-Tenemos que decírselo a Caterina entonces, le va a interesar saber que su hija...

-No creo que sea un tema adecuado para hablarlo aquí -interrumpió el médico forense, que acababa de entrar por la puerta-. Dejadlo para otro momento mejor...

Tosió inclinando la cabeza en mi dirección y todas me miraron con cara de pocos amigos. Sin darme cuenta había girado la cabeza y el cuerpo completamente, y las miraba expectante. No podía dar crédito a lo que había escuchado, ¿qué era eso de que se podía estar volviendo a repetir?

Me dirigí de nuevo al ataúd, ignorando las miradas de reproche de las mujeres. Quería volver a admirar la belleza de Natalie una vez más antes de irme y averiguar qué pasaba. Me detuve a su lado, observándola con gran pesar, las lágrimas se agolpaban en mis ojos. Entonces, Natalie levantó la mano, haciendo el gesto que solo ella y yo conocíamos y abrió los ojos, lo que me hizo soltar un grito de alarma y saltar hacia atrás. Todos miraron en mi dirección, la mayoría gritaron horrorizados, otros se llevaron la mano a la boca y abrieron mucho los ojos y el resto se limitó a permanecer a una distancia prudencial, boquiabiertos.

Me alejé del ataúd hacia atrás con paso lento y ella se levantó. Los moratones, los restos de sangre seca y cicatrices allí donde había atacado el animal resaltaban en su marmórea tez. Se puso a mi lado -yo estaba paralizado-, me sonrió y me besó en los labios que seguía teniendo fríos como el hielo. Después desapareció por la ventana que estaba a mis espaldas, por la que hacía unos minutos había mirado yo.

MARINA 

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